La Primera cita de Nórida Ocampo

El mon?logo es, entre todas las formas dram?ticas, el m?s pr?ximo al espectador; fueron los mon?logos los que dieron comienzo al teatro en el personaje del mismo poeta, figura a la postre obsoleta con la innovaci?n, por parte de Esquilo, del personaje, cuya etimolog?a menoscaba la intimidad en favor de la apariencia. Pero fue Esquilo quien a su vez insufl? inmortalidad al vig?a de Agamen?n mediante un mon?logo: all? ya no era el poeta quien se expresaba directamente, tal y como la l?rica a?n lo hace, sino un personaje, una m?scara a la cual deb?a supeditarse el poeta, conforme a un criterio adicional de verosimilitud derivado no de la acci?n dram?tica, sino de la sicolog?a social. En efecto, as? como cada sociedad espera comportamientos acordes a la econom?a y educaci?n de cada ciudadano, el teatro presenta personajes congruentes a este nivel, eventualmente desestabilizados por sus pasiones.

Fue el teatro isabelino y espa?ol del Siglo de Oro el que dio nuevos fueros al mon?logo. El soliloquio de Segismundo descuella en La Vida es Sue?o, en la obra de Calder?n y en el Siglo de Oro de la literatura espa?ola. Por otra parte, a?n se discute si la voz del pr?ncipe de Dinamarca es la de Francis Bacon o la de un poeta escasamente educado en el griego antiguo y el lat?n; dicha discusi?n, bizantina por naturaleza, desvela, no obstante, la fuerza que Hamlet ha adquirido a trav?s de los siglos; no cabe duda que el genio de Shakespeare no brilla en las truculentas peripecias de una tragedia caballeresca, sino en los parlamentos de sus personajes, individualidades que brillan en sus meditaciones solitarias, algunas a manera de soliloquio, otras entretejidas a manera de conversaci?n, como es el caso de Hamlet con Horacio, su alter-ego.

"La Primera Cita de N?rida Ocampo" fue concebida como una reflexi?n sobre la soledad, desde la soledad. La fenomenolog?a se esmera por demostrarnos que no estamos solos en el mundo, pero su concepci?n es meramente normativa. Antes de reconocer al otro anhelamos ser reconocidos, y nuestros esfuerzos no pueden ser comprendidos desde la esfera de lo social en cuanto persista el estado de alienaci?n propio a las pasiones. Un ser humano puede tener familiares, amigos, colegas de trabajo, conocidos, pero jam?s llegar? conocer el amor de cada uno de ellos, como tampoco podr? darse a conocer a s? mismo como sentimiento. S?lo se da el deseo de ser amado y en ?ltimas la posibilidad de amar.

N?rida es una mujer profundamente enamorada, pero las coordenadas de sus pasiones no coinciden con aquellas del ser que ha elegido amar. A diferencia de la mayor?a no puede contentarse con un amor razonado, N?rida espera que las pasiones broten espont?neamente para devorarla; sus palabras son en realidad gotas de lluvia en la tormenta que no apaciguan, sino incrementan el ardor de sus afectos. Ella no puede ser feliz con cualquier hombre, sino con quien ?ltimas ser?a su otro yo idealizado, un hombre que vio una vez en una calle, a quien sedujo y luego abandon?, y a quien cree no poder amar por la naturaleza misma de su relaci?n.

Su di?logo continuo con dicho interlocutor es en realidad un di?logo con si misma; Guillermo es una proyecci?n de s? misma, una mujer que rehus? reconocerse en el espejo en el sentido Lacaniano, en raz?n de su desencanto con lo otro, con lo que jam?s llegar? a conocerse, con aquello que debe enmascararse, con la voz ajena, t?rminos que deben comprenderse en la dramaturgia como imposibilidad real: imposibilidad, por cuanto toda obra pretende escenificar el mundo desde una sola perspectiva, aquella del autor, y real, por cuanto tal es el rol de cada ser humano, el de comprender el universo desde una sola voz, aquella de su soledad.