La Historia de La Milla del Cartero

Lo que les voy a contar es la historia de un sue o, casi un cuento de hadas. En el a o de mil novecientos noventa y dos llegu con mi familia a la urbanizaci n de La Fresneda (en el municipio de Siero, Asturias) y a todos nosotros nos pareci un lugar id neo para vivir. Ten a instalaciones deportivas, muchos rboles, bosques, r os y una gran variedad de aves. Adem s a un extremo del pueblo (todav a en ciernes) una peque a colina poblada de bosque, sotobosque, arbustos, prados y algunos caser os (surcada por caminos y senderos) parec a constituir tambi n un lugar muy propicio para hacer 'running'. Encontr en la belleza incomparable del Club de Campo un espacio deportivo excepcional para entrenar ( rboles, r o, aves, verdes campos...). As que nos asentamos en La Fresneda llenos de proyectos e ilusiones. Pronto me calc las zapatillas de clavos y me dispuse a trazar una ruta virgen sobre hierba por todo el per metro del Club de Campo. De esa forma comenc a correr siempre sobre mis pasos, llevando a cabo todos los d as el mismo recorrido, entre la hierba alta y buc lica, aprovechando las m rgenes del r o Nore a y del arroyo Forc n. Qu tiempos tan irrepetibles . No tard mucho en dejar una huella sensible sobre el c sped inmaculado, pues a fuerza de repetir la pisada sobre los mismos lugares ya se sabe que en cualquier sitio enseguida se termina marcando un camino. Por esos a os comenc a salir bastante en los peri dicos y tambi n a ser muy conocido por las largas distancias que corr a, al obtener buenos resultados en los cien kil metros y tomar parte ya las 24 horas. Era funcionario de 'Correos' y prest por un tiempo mis servicios en la localidad de La Fresneda, de ah que para todo el mundo empec a ser 'el cartero' a secas, sobrenombre con el que se me sigue conociendo (y as ser hasta que me muera) aunque llevo varios a os perteneciendo a otra Administraci n del estado espa ol Transcurri el tiempo sin que nadie m s corriera por la 'senda del cartero' hasta que un buen d a cuando estaba entrenando comprob que el jardinero que prestaba servicios en el Club hac a sus labores con un tractor, el cual ten a acoplado un peine de segar hierba. Aunque yo no era nadie para hacerle petici n alguna (solo un socio m s), lo cierto es que me aventur a preguntarle su parecer sobre si se podr a realizar una siega con el tractor por un determinado lugar, intentando m s que nada tantear su buena voluntad y predisposici n. ' De qu se trata?', me dijo. Y le suger con cierto recelo si podr a dar una pasada con la segadora por donde yo entrenaba. Ante mi asombro me indic enseguida: 'No hay problema, eso est hecho. Dime por d nde empiezo...'. As fue como le gui hasta un punto del sendero y comenc correr por el mismo con el tractor segando y pis ndome los talones. Yo estaba encantado, porque ve a que se estaba abriendo una aut ntica vereda, que quedaba estupenda a la vista de cualquiera, pues parec a una verde alfombra.De esa forma fue como poco despu s ya se pudo observar a m s corredores haciendo 'footing' por aquel circuito, incluida alguna mujer. Ese fue un punto de inflexi n: era como si la hermosa franja de c sped bien cortado invitase a trotar sobre ella. Y de esa manera cada vez m s y m s personas empezaron a hacer 'running' por aquel trazado inigualable, un recorrido primoroso, al lado de enormes rboles, el bosque, dos r os y verdes praderas. Despu s, en el a o dos mil dos, la junta directiva decidi dedicarme (con un homenaje una placa) la ya famosa 'milla del cartero', corriendo ya ese d a ciento dos personas las primeras 24 horas de su historia, consiguiendo acumular 931 millas. Lo que ocurri despu s ya fue algo imparable. Pero eso, mis queridos lectores y lectoras, tendr n que descubrirlo ya en el libro.