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Beskrivelse
Superiores a los seres humanos en general, pero inferiores a los profetas, los ngeles celestiales han contribuido durante siglos al bienestar de la Humanidad, bien sea indic ndole los designios de Dios, bien impidiendo la mal fica acci n de los demonios. Su labor la realizan organizados por jerarqu as, desde las cuales alaban a Dios, protegen a los fieles y cumplen los mandatos y misiones divinas; todo ello gracias a que pueden volar, hablar cualquier idioma o dialecto, as como vaticinarnos el futuro, facultad esta que ser muy tenida en cuenta en este libro. Estos mensajeros (mafakh -en hebreo-), descritos reiteradamente por Ezequiel, Zacar as y Daniel, forman tambi n parte de la literatura talm dica de la poca posb blica, aquellos textos que recopilaron las tradiciones orales de los jud os acerca de la religi n y las leyes. Parece ser que los ngeles fueron formados en el segundo o quinto d a de la creaci n, estableci ndose cuatro arc ngeles nicos, Gabriel, Miguel, Rafael y Uriel, quienes poseen emanaciones de la luz divina, as como una inteligencia incorp rea similar a la de Arist teles, tal y como describe el fil sofo jud o medieval Maim nides. En el pensamiento b blico los ngeles son mensajeros divinos de Dios, que se distinguen por su funci n (en griego angelos significa sencillamente "mensajero") m s que por su aspecto exterior. Su papel es comunicar o llevar a cabo la voluntad de Dios para los individuos o las naciones. En el Antiguo Testamento Dios est tambi n representado de manera especial por el " ngel de Yahv ," que a veces no se distingue de l, mientras que los ngeles individuales a quienes se ha confiado la voluntad de Dios para la Humanidad, forman parte de la incontable multitud celeste de ngeles que continuamente le adoran y alaban. Del mismo modo, en el Nuevo Testamento los ngeles est n implicados en los anuncios del nacimiento y resurrecci n de Cristo, y vienen a fortalecerle en momentos de crisis como sus tentaciones en el desierto y la agon a de Getseman antes de la crucifixi n. Tambi n se dice que existen ngeles de la guarda para los individuos -posiblemente uno para cada ser humano- (por ejemplo, dando mensajes a Pedro y Pablo en sue os) y para las iglesias, quedando bien claro que ellos ser n quienes env en las plagas y la guerra a los incr dulos, encarg ndose tambi n de tocar las trompetas del Apocalipsis. El pr ncipe de todos ellos es Miguel, el arc ngel, inferior a Cristo, con poderes celestiales similares a los ngeles demon acos o ca dos, estos ltimos tan inteligentes y poderosos que han conseguido arrastrar una y otra vez a los humanos a la perdici n. Y es que los diablos son agentes capaces de influir negativamente en la conducta humana, y aunque son pintados normalmente como masculinos, tambi n se conocen diablesas, siendo igualmente frecuente verlos descritos como una serpiente capaz de hablar con las personas. El Diablo es indudablemente la encarnaci n del mal, el jefe de los esp ritus malos o ngeles ca dos, y la conducta humana irracional o destructiva puede explicarse por la posesi n diab lica o demon aca, como si alguna fuerza maligna tomara posesi n de la voluntad de una persona. Ambos, demonios y ngeles, han sido objeto en los ltimos a os de nuevos y apasionantes cultos, y un creciente n mero de personas han relatado sus experiencias con entidades angelicales o demon acas, las cuales han afectado profundamente sus vidas, y en muchos casos las han transformado por completo. Tanto es as que, estad sticamente, se puede decir que dos de cada diez personas alrededor del mundo han tenido alg n tipo de experiencia sobrenatural, bien sea angelical o maligna