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Beskrivelse
La incandescencia, escrita y reescrita en los fragmentos de Ignitos de Ana Abreg?, impone a la mirada lectora que los recorre un campo de intensidades, territorios donde se intersectan gestos de un pensamiento impuro, nunca alterado por el descubrimiento de la verdad sino que aspiran a la disposici?n de formas l?biles de un decir po?tico m?s que reflexivo. Ninguna de esas incandescencias se deja falsificar en una c?moda representaci?n; mucho menos es posible semejante reducci?n a medida que la figuraci?n, con su insistencia, se estratifica m?s y m?s, y se complica sem?nticamente. En los textos de Ignitos, las iluminaciones de las brasas se diseminan, se expanden, iluminan y tambi?n se enlutan y debilitan, acaso porque solamente as? es posible que emerjan, en ag?nica confrontaci?n, las ideas en su fuga perpetua, s?lo entreverando, de modo indecible, esas fulguraciones se entrev?n insistentes las huellas de la memoria o las ausencias inasibles del olvido. Al modo de los pensamientos intempestivos nietzschianos, las voces que profieren los fragmentos se presentan como la diversificaci?n de fuerzas casi personificadas que se sit?an, alternativamente, al reparo de tradiciones proclamadas y de la intemperie de las innovaciones de las cegueras de los estereotipos; desde esos puntos de ignici?n es posible vislumbrar c?mo la palabra impulsa a descubrir un algo que le es exterior o anterior, un mundo que lo influye y lo determina. Es a ese punto al que tienden las iluminaciones, un punto en el que las voces no se consumen en el ardor de las deflagraciones sino que se desplazan por la incesancia de la danza de cada llamarada; hasta las m?s tenues son una red de estancias m?viles, estancias que son simult?neamente la quietud y la agitaci?n, como un r?o cambiante, como una mutaci?n discontinua y obstinada de significaciones.
Hay d?as de tiempo perpetuo, infamantes, as? la repetici?n, una forma anticipada de la muerte, se trastorna en el anuncio de una amenaza: el de la finitud de lo invisible, el ojo que lee queda entonces atrapado en las estr?as del sue?o de la piedra y vacila frente al laberinto de la letra que es siempre otra cada vez, A la peque?a cosa, sellada en una piedra, donde la eternidad dej? su huella.
Roberto Ferro.
CONTIN?A en Posfacio.