Ensayo Sobre El Pensamiento Sutil

La trilog a, forjada durante largo tiempo, comenz con La explosi n del sujeto y continu con La problem tica de la subjetividad, culminando con este ensayo. No existe una articulaci n tem tica, sino conexiones manifiestas e imperceptibles entre los diferentes textos. El movimiento final -desde el cual toma sentido el comienzo- es un retorno diferenciado a un punto de inflexi n, donde aguarda una tica para ser elucidada.

La explosi n del sujeto trat de llevar hasta su frontera, a menudo forz ndolo desde dentro, el discurso freudiano para hacerle decir lo que no quiso, ni pudo o no alcanz a decir. La idea fue seguir la marcha de su pensamiento sobre las masas para arribar a un puerto fuera de itinerario, el desfondamiento del sujeto cl sico. Con su alocuci n finaliza un movimiento comenzado un siglo atr s.

Entonces queda, de ese modo, facilitado el pasaje a La problem tica de la subjetividad. Un ensayo, una conversaci n.

Ella deambula por una rigurosa imbricaci n de cuestiones. Cada una avanza seg n su ritmo y peculiaridades, sin que ninguna definici n congele sus desarrollos.

El encadenamiento de cuestiones finalmente se resuelve en un concepto de subjetividad que rehuye lo obvio y rechaza toda duplicidad. Es la conclusi n obligada, impulsada por el orden secuencial.

Ahora cabe la re-uni n que da paso, entonces, a un concepto de subjetividad como el desplegado en la Problem tica; subjetividad que deb a ser llevada hasta sus propios l mites. Ah toma el relevo Ensayo sobre el pensamiento sutil. La cuesti n de la causalidad, la causalidad en cuesti n, que emprende una tarea sin precedentes que se hayan ocupado expresamente de los asuntos trabajados en el libro. Ella consiste en deslindar la causalidad de la determinaci n, y en someter sta a la herida ntima o desterminaci n que no le permite cicatrizar.

La exploraci n avanza mediante una elucidaci n cr tica propositiva.

A ella se pliega una dram tica de las afecciones conceptuales (como le gusta llamarla al autor). Por ella la manifestaci n de los olvidos, censuras, omisiones, exclusiones y dem s procesos, juegan como condiciones de emergencia y formulaci n de una tica que bull a en el magma de lo soterrado.

Con esos veh culos, por distintas v as, se accede a una compleja y ramificada tica de la responsabilidad (ya desentendida de nociones como "carga," "culpa," "sacrificio," "causa de..." y otras virtudes teologales) valorada como el acto mismo por el cual un sujeto se convierte en singularmente colectivo.