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Beskrivelse
Tegucigalpa, vista con el caleidoscopio de la l rica de Edgardo Flori n, es una ciudad Fractal. Puede quebrarse en fragmentos cada vez m s peque os y verse siempre la misma, ca tica, sucia, marginal. Esa ciudad, que destila sangre en las esquinas, que huele a smog, semen, or n viejo y basura org nica, se reproduce con desidia en cada uno de sus habitantes y nos condena, como a S sifo, a subir por sus cerros pelados con la esperanza in til de escapar de ella. Pero no hay forma de escapar de Tegucigalpa. Todo lo que hoy hagamos, ma ana volver inmaculado a su pecado original. Por eso, la poes a de Edgardo Flori n es el skyline tercermunditito de Tegucigalpa. All nace su m sica, bajo los puentes sobre el maloliente r o, en las oscuras callejuelas tapizadas con pipas de crack, botellas pl sticas de guaro y tostones de mariguana; en sus fr giles mercados, indestructibles por la fuerza del hambre; en los estancos de mala muerte, absurdos en su calificativo, porque en la ciudad en donde todas las muertes llegan antes de tiempo, todas las muertes son malas. Es dif cil apreciar la poes a de Flori n, como nos es dif cil apreciar esta ciudad que como Saturno se come a sus mejores hijos. Quiz s el problema es Flori n mismo, su estatura de aut ntico poeta maldito que se enfrenta con la esencia provincial y oscurantista de Tegucigalpa. O el guaro, su segunda maldici n -como dice l, la primera es la Poes a- que le arroja a vivir en los oscuros cuartos del m s bajo de los lupanares o dormir en el asiento trasero de un viejo volvo, in til ya para este mundo. O a lo mejor, el problema de la poes a de Flori n somos nosotros, ignaros lectores que pretendemos apreciar la creaci n separada de su creador y nos deslumbramos por la parafernalia, el efectismo f cil del perfume importado, el estatus cl sico del autor aristocr tico que en nuestras latitudes no es sino una burda caricatura del arte. Conozco a Edgardo de hace a os, cuando como un malabarista de las letras comenz a hacer semifusas con palabras, tomando prestada la escala mayor de un ritmo de esclavos; le vi llorar con los gatos y los perros, compartir con ellos el hambre y el fr o, y en una segunda estaci n deconstruirse, acu ticohechizo tras acu ticohechizo, errecistiendo hasta volver a su m sica dedicada para los chavalos de barrio. Por eso, en honor a su trabajo y reconociendo lo que significa para todos, presentamos El Andar Alacr n que es Edgardo Florian y somos todos. scar Estrada