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Beskrivelse
Indefensos, sin experiencia y dependientes en extremo de los adultos, los ni os deber an contar con la protecci n serena y eficaz de los pediatras, pero como a lo largo de este libro veremos, su intervenci n es m s perjudicial que beneficiosa. Basados en criterios m dicos estandarizados y asumiendo siempre que lo que han estudiado es correcto, el especialista en ni os (edad que ahora abarca desde el nacimiento hasta los 14 a os) no se cuestiona las razones por las cuales la mayor a de los ni os padecen las mismas enfermedades una y otra vez. Tampoco es capaz de admitir que no existen enfermedades cr nicas, sino enfermedades no resueltas, la mayor a de ellas por no saber la causa real de su inicio. Del mismo modo, denominan como "enfermedades gen ticas" a aquellas que tambi n han padecido alguno de los padres, cuando en muchos casos se trata solamente de enfermedades adquiridas despu s del nacimiento. Si los padres padecen una enfermedad causada por repetidos errores en su forma de vivir o comer, su hijo con seguridad tambi n la padecer . Pero los padres, asustados por los cientos de mensajes que le obligan psicol gicamente a poner incondicionalmente la salud de sus hijos en el m dico, no intentan ni siquiera superficialmente aprender medicina elemental, ni siquiera el concepto de alimentaci n saludable, pues las frases "consulte a su m dico," "no se automedique," son tan reiterativas que le anulan cualquier capacidad de raciocinio sereno. Convertida as casi toda la poblaci n mundial en sumisos pacientes y fieles creyentes de los m ltiples beneficios que la medicina qu mica dice tener, no intentan ni siquiera someramente pensar por s mismos en cuestiones de salud. Y si acaso se atreven a contradecir, aunque sea de modo suave y sutil, al pediatra en una de las consultas "obligatorias," se encontrar n con la r plica inmediata del galeno, quien seguramente le preguntar ir nico: " Es usted m dico?" Obviamente la mayor a de los padres no son m dicos titulados, pero tampoco son personas con tal retraso mental que no puedan entender porqu las personas enferman. Y si deciden no hacerle caso cuando la salud de su hijo no acaba de mejorar despu s de largas y peligrosas terapias, se encontrar con serias amenazas incluso legales, insisti ndole que con la salud de los ni os "no se juega." Advertencia in til, pues esa es precisamente la raz n por la cual ese padre est cuestionando la eficacia de su m dico. Lo cierto es que supone un milagro el que los ni os consigan crecer aparentemente sanos a o tras a o, y me atrever a a asegurar que eso lo consiguen a pesar de los m dicos, empe ados en llenarle el cuerpo de medicamentos desde que nacen. Han perdido tanto el miedo a los medicamentos que los administran sin ning n temor, convencidos de que los efectos secundarios admitidos por los laboratorios son pura an cdota y que el peque o enfermo no tendr ning n problema con ellos. Afortunadamente el metabolismo de los ni os es tan intenso y vivaz que son capaces de sobrevivir a toda clase de errores, incluidos aquellos que los propios padres ejercen por mala informaci n. No soy muy creyente, pero empiezo a darme cuenta que debe existir ese ngel de la guarda que dicen tienen todos los ni os.